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¿En qué momento dejé que me trataran así?

Siempre me ha fascinado la forma en que el mundo del amor y el del trabajo tienen tantas cosas en común. Lo veo como si ambos fueran historias de relaciones que comienzan llenas de ilusión, pero que con el tiempo, los pequeños detalles pueden empezar a cambiar. Y no me refiero solo al amor romántico, sino también al amor por lo que hacemos, a esa pasión que sentimos por un proyecto o un trabajo. Al principio, todo es magia, todo es nuevo, es especial. Como en una relación, te entregas de corazón y sientes que todo es perfecto. Pero, con el paso de los días, las rutinas, las dificultades y las presiones empiezan a hacer que esa chispa se apague poco a poco. Y a veces, no nos damos cuenta hasta que es demasiado tarde.


Hace poco, una de mis asesoradas me llegó con los ojos llenos de lágrimas, y me dijo: “Claudia, no sé en qué momento dejé que me trataran así”. Me contó que llevaba años viviendo en una especie de tormenta silenciosa en su trabajo. Su jefe, con el paso del tiempo, había dejado de ser ese compañero que, al principio, parecía comprensivo y profesional, y se había transformado en alguien que constantemente la trataba con gritos, que encontraba problemas hasta donde no los había, y que, de un pequeño error, hacía una gran tragedia. Al principio, esos malos tratos pasaban desapercibidos, como a veces pasa en una relación tóxica. Nos acostumbramos tanto a lo malo que ya no nos duele, simplemente lo aceptamos.


Ella, que había dedicado más de 15 años a esa empresa, me confesó que ya no sabía cómo salir de allí. Había invertido tantas horas, tanta energía, tantos sacrificios, que sentía que no podía dar un paso atrás. Era como cuando estamos atrapados en una relación que ya no nos hace bien, pero tememos dar el paso porque pensamos que ya es tarde, que no hay vuelta atrás. Mi asesorada le temía tanto a lo desconocido que había dejado de ver su propio valor. Estaba perdiendo su vida personal, sacrificando horas con su familia por algo que ya no la llenaba, y lo peor, sentía que su propio bienestar no importaba.


Lo primero que hicimos fue devolverle la confianza. Comenzamos a trabajar en su currículum, a recordarle todos esos logros que había conseguido a lo largo de los años, logros que eran totalmente suyos. Trabajamos también en su mentalidad, porque, a veces, la batalla más difícil no es conseguir un empleo, sino reconocer nuestro propio valor. Y cuando lo hicimos, algo increíble sucedió. Sin siquiera terminar todo el proceso de asesoría, comenzaron a llamarla de diferentes empresas. Las oportunidades llegaron como si el universo le estuviera recordando que siempre hay algo mejor esperando.


Es por esto que te lo digo con el corazón en la mano: no te quedes atrapado en una relación tóxica, ya sea con una pareja o con un empleo. Muchas veces creemos que somos leales a algo o a alguien, que debemos seguir allí porque “ya hemos invertido demasiado”, pero la realidad es que las empresas, como las relaciones, no dudan en dejarnos ir cuando menos lo esperamos. La lealtad debe ser con uno mismo, y lo más importante es nunca perder de vista lo que merecemos.


El mundo está lleno de oportunidades. Quizá esa oportunidad que tanto anhelas ya está esperando por ti, allá afuera. Solo tienes que creer en ti, dar ese paso de confianza y recordar que, al igual que en el amor, mereces un entorno que te valore, te respete y te haga crecer.

 

 

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